domingo, 7 de julio de 2024

Café con aroma a primero de enero

Bitácora N.4 
Interior - Noche - Habitación. 

Sábado maravilloso. Salí en la tarde a lo de una amiga pues hacía semanas que planeabamos juntarnos en grupo para celebrar los cumpleaños del mes. Se ha vuelto una tradición para nosotros eso de encontrarnos cada cierto tiempo queriendo compartir con el otro. Llevaba días pesaditos, de disociación, una se logra lucrar con sus tragedias y dramatiza sus pesares, o al menos eso fue lo que hice por una noche entera cuando lloraba hasta exprimirme. Me sentía de dieciséis, chillando en la cama, sintiendo que el mundo se me venía encima, creyendo que la razón de mi dolor era completamente justificada -aunque no encontrara punto de partida o por qué de las lágrimas si yo no era así- hasta que al siguiente pude verlo en mi ropa: me había llegado la regla. 

¿Desde cuándo sufría yo de PMS?

En todo caso, salí, para mi fortuna y beneficio, me tomé mi tiempo en el trayecto, fui la última en llegar, no tenía excusas. En el camino saqué varias fotos como poeta enamorada cuando se observa un paisaje y se ve con los ojos de la ternura, incluso saqué varias fotos mías al llegar, pero la mayoría quedaron distorsionadas, no sabía si por nerviosismo o por estilo, o porque soy más de estar detrás de la cámara que en frente de esta, tampoco sé si fue el alcohol, o el modo nocturno que exige un tiempo más prolongado en la misma posición -lo cuál es imposible para un ser humano-.

Heme aquí, temblando y apretando el obturador mientras tanto: 


Vengo a hablar de las otras fotos que tomé del mismo calibre, que a pesar de ser imperfectas, y de que mi profesora de fotografía en el primer semestre de comunicación audiovisual -carrera que abandoné- me habría hecho borrar porque decía: ¡si está borrosa, no sirve! A mí me gustan, a mí me sirven, erráticas y turbulentas, complejas de ser leídas, como la naturaleza humana, como la personalidad mía.

Ayer, de noche, las luces de la ciudad parecían notas musicales vibrando en un pentagrama imaginario: 


Los faroles y bombillas besaban las flores de ramas erguidas hacia el viento: 


Y la vida me congelaba a pedazos, como si nada más de mí pudiese quedar capturado completamente: 


No me arrepiento de nada ni del tequila, ni del sushi casero que enrollé con mis propias manos para concursar luego con los de mis amigos, ni de comer un revoltijo de cosas que me generaron un daño estomacal, ni de durar con acidez todo el día... A veces lo único que uno necesita es que los amigos lo perciban, que duerman hombro con hombro, que te acompañen comiendo, que te digan lo que piensan de vos. A veces una cree que está perdida y que no vale nada: es la mirada de un amigo la que salva, reconforta, abraza. 

Habito en silencio, pero tengo una película por ver: Asteroid city, de Wes Anderson. 

P.D. ¿Se puede inventar uno una palabra así como así y reclamar su autoría? 


No hay comentarios.: