Cuando estaba chica me enamoraba de hombres mayores (excepto que ya no soy niña y los hombres siguen llevándome más de 20 años). Eran afortunadamente solo personajes del cine y la tv. Mi fascinación consistía que entre más desahuciados, tristes, villanos, y/o problemáticos se vieran, más irresistibles me parecían, y me imaginaba una vida entera casándome con ese individuo con el que no importaría nada más que el amor que él me profesaría locamente en todo momento. Que se sepa que yo nunca tuve gustos hegemónicos, no juzgaba a nadie, tanto así que en su momento me gustó Noah Taylor porque lo vi en dos películas de los 70s donde interpretaba a un loco melancólico que leía a Sartre, y también protagonizó mi canción favorita de Alphaville "Romeos", me ponía unos audífonos y la repetía hasta tocar el éxtasis cuando coreaba He's a Lonesome streetside Romeo. No me importaba que fuera un flaquito escuálido con estrabismo, de maxilar pronunciado, que sus dientes parecieran desaliñados como si su mamá nunca le hubiera dicho que se cepillara, que no comiera dulces, que le saldrían caries, o que literalmente había nacido en los sesenta y estaba más cerca de ser mi abuelo que mi padre pues su papel más reciente era de un británico viejo demente, yo lo quería, y me lo imaginaba leyendo a Sartre en la bañera mientras lo acompañaba con una sonrisita y le peinaba el cabello con gel como lo tenía en el video musical.
Tenía unos doce años yo, me creía más madura que cualquiera.
En ese tiempo buscaba películas o lecturas para culturizarme desde mi habitación, no porque hubiera algo que me lo dictara sino porque me gustaba saber cosas que otros no y guardármelas para mí. La pelea interna con el mundo comenzó a ser alimentada por los estragos de la mala relación con mi madre y, también, volví a escribir como tal después de años de no hacerlo, a convertir de este un hábito muy mío. Tuve varios blogs pero ninguno sobrevivió, también publicaba novelas anónimas donde primaban los romances nocivos y deteriorados o, a veces, las escribía solamente en microsoft word para mí: los protagonistas eran estos hombres, por supuesto, una versión fanfiction que solo estos ojitos apreciarían.
Entre mis amores más notables: Hugo Silva, Skandar Keynes, y una mención especial a Jean Reno porque toparme con The Professional a esa edad solo alimentaría una fantasía sin límites donde réplicas de la historia serían escritas excepto que Mathilda en realidad se llamaba como yo.
Y no hay verguenza en nada de esto, no hago más que añorar esa época de mi vida en la que no tenía idea lo cool que era, evitando comer en los recreos para ahorrar dinero y comprarle películas piratas a la vecina del frente, pidiéndole un par de títulos que ella jamás conseguiría porque lo único que encontraba era cine comercial, uno que otro pasado de tono, y luego yo llegaba a casa para ponerlas en el dvd y vérmelas todas. Uno siempre es más cool entrando a la adolescencia.
En todo caso, volví a pensar en esto porque me dieron ganas de ver He died with a felafel in his hands, película que en ese entonces no encontré con subs, en un inglés muy aussie, y una resolución paupérrima, pero todo sea por el amor, por el amor y por Noah Taylor cantando a guitarra california dreaming desafinadamente en una de las escenas principales. Se me antojó quererlo de una manera que ya no puedo, de la manera de una nena de doce, dibujando a retazos a su hombre perfecto (que nada de perfecto tendría ningún prospecto) ¡y ni hablemos de mi fijación por las maduras/madres que también comenzó por estas fechas!
P.D. Hoy le dije a mi hermana que quería un esposo basketbolista y me miró horrorizada preguntándome que si no era yo lesbiana, y sí lo soy, también, a veces, cuando se me cante y aparezca la situación para serlo. Yo no me cierro ni me limito en ningún aspecto.
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