sábado, 14 de diciembre de 2024

Desvarío

Los que dicen que para el amor se salta están muy equivocados. Uno se estrella, se descalabra, se rompe cada hueso existente y espera. Solo espera. Enamorarse es quedarse en la fila del anhelo. Anhelos y metas que nunca resultan. Enamorarse es una condena asegurada. Un suicidio premeditado. Una llaga, una herida expuesta a dos gotas de limón. A retorcijones se revienta. Un carraspeo. La vena de la rabia latente. La rabia de la injusticia. La rabia blanca y espumosa de un perro que persigue carros por la autopista y no sabe qué hacer con su hambre. Hambre que le consume. Los músculos contraídos de un dolor severo. En el ahogo y en la tos van huyendo monarcas. Estaban amarradas. Ahora son libres. Las mariposas deshuesadas. Una ambulancia con aspirinas a las nueve en punto. El dolor de la garganta por las letras que quedan atascadas. El dolor de la incertidumbre. El dolor del miedo. El dolor de lo que no se quiere sentir pero se afronta. En la vida todo lo afrontamos y al final no nos queda nada. No queda nada. Ni la ilusión ni las palabras. Ni el respeto ni la paciencia. Ni la esperanza, ni la ternura. ¿A dónde fue la ternura? Hace frío y llueve y no encuentro ternura. Ni en las manos, ni en la mirada. Ni en las palabras, ni en el confort. Al búnker le cayeron tres bombas. Incineración inmediata. No hubo sobrevivientes. Se habían salido hace tiempo. Meses a la intemperie. Frío que cala huesos. Vacío probado y conocido. Se vomitan palabras pero no se busca sentido. La radio que repite la misma canción. En blanco. Último domingo. Últimas llamas. Sólo cenizas. Sólo maldad. Soy maldad. Soy la maldad. Soy maleza. Juro que lo intenté. Soy la maldad. Y no queda otra que aceptarlo. Solo-soy-maleza.

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